Nuestro proyecto educativo se basa en un aprendizaje cíclico que trabaja desde edades tempranas todos los conceptos para aprovechar la adaptabilidad del cerebro de los alumnos en sus primeros años de vida. De esta manera, se facilitan los procesos de aprendizaje y se consigue que se familiaricen con los conceptos desde pequeños.
La importancia del aprendizaje cíclico en la estimulación infantil
Una parte fundamental de nuestro programa es el método de estimulación temprana de Glenn Doman. Este consiste en una serie de tarjetas o bits de lectura, matemáticos y enciclopédicos secuenciados que tienen el objetivo de conseguir que los alumnos desarrollen una base útil para futuros aprendizajes. Con el programa de estimulación temprana se introducen conceptos desde edades tempranas y se aprovecha la capacidad de aprendizaje y adaptabilidad del cerebro de los alumnos en sus primeros años de vida.
¿Cómo logramos la ciclicidad en nuestro proyecto?
Adaptando los contenidos al nivel madurativo de los niños a partir del juego. Aunque trabajamos áreas tan ambiguas como la estadística, la lectura o la medida con tan sólo 3 años edad, nuestros alumnos aprenden sin enterarse. Lo hacen jugando y manipulando con materiales creados específicamente como parte del proceso de enseñanza-aprendizaje. Los contenidos de cada área a trabajar están adaptados a la edad de los alumnos y lo vamos ampliando a lo largo de la etapa de Primaria. Así, cualquier concepto se puede enseñar desde los primeros años, siempre y cuando lo hagamos desde la manipulación y la experimentación.
De esta manera, nosotros consideramos que un aprendizaje cíclico y vivencial debe pasar por 4 etapas:
Experiencia concreta, la reflexión, conceptualización, puesta en práctica de lo aprendido.
El juego es una de las herramientas a través de las cuales los niños, de manera innata, se descubren y descubren el mundo.
Jugar para crecer
El juego libre, sin límites ni horarios, es la manera innata en la que los niños descubren e interpretan el mundo. Un mundo que están empezando a conocer y a entender, que necesitan investigar, inventar y explorar.
El juego, como actividad espontánea en la que los niños recrean de manera fantástica el mundo que les rodea, es la forma innata en la que representan, ordenan y conocen su propia realidad, sus propios límites y los de los demás. Se trata del primer acto creativo del ser humano y es la manera más básica de preparación para el futuro y de conocimiento de sus fantasías y sus necesidades.
Es importante no perder de vista que dotar de un carácter demasiado didáctico al acto del juego puede repercutir de manera negativa: los niños, de manera innata, aprenden de manera significativa también en el juego libre.
A través del juego los niños descubren las cosas que pueden hacer por sí mismos, exploran sus habilidades sensoriales y descubren información de su entorno y de sí mismos que le permite adaptarse al mundo. Esto, algo tan innato y básico, es una parte fundamental del desarrollo de los niños y es en este sentido que deben tenerse muy en cuenta la manera en que se llevan a cabo los primeros estímulos.
Son especialmente interesantes aquellos juegos en los que los niños tienen que inventar una historia, no únicamente seguir unas reglas o perseguir una meta, aquellos juegos en los que la actividad no se basa en superar una serie de etapas sino en divertirse recreando un relato, real o ficticio.
Los juguetes son instrumentos para desarrollar el juego, para auxiliar la actividad lúdica en la que el niño descubre y desarrolla sus habilidades y, en este sentido, un número demasiado elevado de juguetes podría limitar la capacidad de descubrimiento o de sorpresa ante el mundo.
Por ello es importante no perder de vista que los niños juegan buscando un disfrute elemental y que aportar demasiados complementos, ya sean juguetes, videojuegos o normas, puede causar que la actividad lúdica quede limitada o aislada y pierda su carácter fundamental. Así, la capacidad de asombro e imaginación pueden quedar diluidas en otras formas de entretenimiento que pueden desembocar en el tedio, la frustración o la sobreestimulación.
¿Demasiada tecnología?
Usados de manera correcta, los juguetes digitales, ya sea en forma de apps, de videojuegos o de cualquier otro tipo de entretenimiento digital, son un amplificador del desarrollo emocional e intelectual de los niños.
A menudo, vemos que los juguetes digitales sirven para calmar o, de alguna manera, alienar a los niños: es muy importante que esto no se convierta en una manera fácil de apaciguarlos o tranquilizarlos ya que corremos el riesgo de mermar su curiosidad ante otras tipologías de juego.
También es importante trabajar las emociones
Las inteligencias intrapersonal e interpersonal son diferentes, pero tienen puntos en común. El trabajo del reconocimiento de las emociones (propias y de otras personas), sin embargo, sirve para ejercitar ambas capacidades. Os presentamos una bastante dinámica que utilizamos habitualmente en clase: mediante un vídeo en el que se presentan diferentes estados de personajes de dibujos animados. Después se pregunta a la clase qué emoción creen que siente cada personaje. Una vez identificada, pueden anotarla en una hoja. Finalmente se hace una dinámica en la que cada niño comparte lo que ha identificado con el resto de compañeros y, así, debaten cómo las han identificado y qué signos son los que les han ayudado.
5 claves fundamentales para trabajar la Inteligencia Emocional
1. Nadie es bueno o malo
No existen seres humanos intrínsecamente buenos o malos. Todo el mundo posee cualidades distintas que le conforman como persona y todas ellas pueden ampliarse. Cuando hablamos de seres humanos, nada es tan taxativo: lo que a una persona puede resultar dañino a otra puede resultarle motivador y viceversa.
2. No hay por qué temer lo desconocido
Es común temer aquello que desconocemos puesto que pensamos que puede poner en riesgo nuestra seguridad o nuestro bienestar: nada más lejos de la realidad. Lo desconocido no sólo amplía nuestros horizontes y enriquece nuestra visión del mundo sino que nos otorga herramientas para gestionar, precisamente, los miedos y los temores.
3. Tener la razón, a veces, es perjudicial
Siempre existe otro punto de vista. Muchas veces, escuchando, esa ‘razón’ inamovible en la que creemos puede cambiar, transformarse o hacerse más rica. A menudo, los seres humanos sólo podemos ver una parte del espectro de posibilidades que tenemos delante; aferrarnos a ello e intentar ponernos por encima de las razones de los demás no sólo es un absurdo, sino que nos impide escuchar y beneficiarnos de distintos puntos.
4. Equivocarse no es algo negativo
La equivocación es sana, nos permite crecer y aprender. Somos seres imperfectos y nuestra riqueza reside precisamente en nuestra complejidad, en nuestra capacidad innata de equivocarnos y de reaccionar al equívoco. Esta capacidad de adaptación ante los propios errores es un buen síntoma que presentan personas con gran inteligencia emocional.
5. Establecer ciertos límites no nos convierte en intransigentes
La asertividad es una cualidad que ciertas personas tienen más desarrollada que otras pero que, en cualquier caso, puede trabajarse. Poner límites, decir que no o no dejar pasar conductas que consideramos poco justas hacia nosotros mismos son actos que nos permiten expresar lo que nos daña o lo que no queremos y, al mismo tiempo, proyectar estos deseos al resto de personas.